domingo, 7 de febrero de 2010

Una serie de eventos desafortunados

Ser mi propia jefa no garpa.
En estos días se me sumaron horas de laburo y obligaciones, dado que mi jefe me delego muchas de sus tareas al tomarse vacaciones. Sola puedo dar vueltas en mi sillita con ruedas. Sola puedo ponerme a hacerle muecas al espejo. Suela me puedo a poner a bailar al son de la radio. Pero la soledad es todo un  tema en caso de emergencia.
Mi horario es de 10 a 17 horas. Habían pasado quince minutos de las cinco, y yo todavía estaba luchando contra el reloj para llevar todos los paquetes en tiempo y forma al correo. Suena el timbre. Atiendo y es el inoperante de la mensajería que viene a buscar los paquetes para al día siguiente. En general pasan todas las mañanas, pero las cagadas en general están precedidas por un leve cambio en la rutina.
Como puedo armo todos los paquetes, sorteando las dificultades que surgen cuando uno más apurado está: falta de tinta en la impresora, falta de cinta adhesiva, de cajas, de folletos alusivos, etc. Para colmo de males suenan dos timbrazos  acompañados de un " ¿Te falta mucho?". Nivel de paciencia: -5
Con dos paquetitos en mano corro a la puerta, salgo al pasillo y cierro la misma con el mayor de los escándalos. En ese instante, la epifanía: me había dejado las llaves adentro del departamento.
¿Vieron cuando el mundo se pone en slow motion? Los sonidos son desaparecen y todos es irreal. El punto exacto en que el que abrís la boca y se te escapa un "Nah, me estás jodiendo"  Nivel de paciencia: -15
Bajo y le pido auxilio al pibe de la moto, quien busca por toda la cuadra al encargado, mientras se caga de risa de mi desgracia. Aparece y le logro dar los paquetes correspondientes. El barco puede hundirse, pero esos pitos llegarán en balsa si hace falta.
Ahora solo me quedaba conseguir una cerrajería. Enfrente (si,al lado de mi amigo el librero)  hay una, pero es casi un fantasma. Algunos dicen que cada luna llena abre. Otros aseguran que dentro se esconden las manos de Perón bajo siete llaves. Poco importa, mi vida estaba encerrada en un sexto piso.
El encargado de este edificio balbucea un idioma incomprensible, mezcla de guaraní con castellano y hasta pinceladas de esperanto. Trato de pedirle la dirección de una cerrajería sin éxito. Recuerdo una por avenida Acoyte y hacia allí me dirijo al trote veloz.


Llego pensando que sería la solucion definitiva. Muy amablemente el señor me explica que él no hace aperturas, pero que me tranquilice (¿tanta cara de loca tengo en situaciones extremas?) y que me dirija a otra cerrajería cerca de allí. Emprendo viaje. Nivel de paciencia:-20
Me atiende un viejito al cual le explico mi drama de las seis de la tarde. Me contesta que le queda muy lejos, que me va a cobrar muy caro y me conviene ir a otra cerrajería, no muy lejos de allí. Corro como el viento. Nivel de paciencia: -25

Luces prendidas, nadie en el interior.
" Si está con llave es porque se fue a hacer un laburo" me dice un vecino del lugar.
Retrocedo cinco casilleros. Esquivo a un cieguito que espera paciente que alguien lo cruce. Nivel de paciencia:- 34


Llego y el viejo choto no esta. Hay una anciana caracúlica tejiendo que me dice que hay otra cerrajería cerca del Cid Campeador. Claro, si ya a esta altura estoy para el poema épico.


En el camino me encuentro como una excluida social que vende repasadores. Me hace la cantinela de los cuarenta hijos y el pesito para el bondi. Le cuento mi drama. Me mira y no me da ni las gracias. Llego. Guess what: CERRADO!!!  Nivel de paciencia:-150
Recuerdo que el encargado había balbuceado algo así como "Eledeoro Lobos, derechito" Me decido a jugarme la última carta.
Cerrajería 5


This is it. La tierra prometida. Casi llorando y con un hilo de voz, imploro por ayuda. Me pide la dirección. El local se llena de gente "quiero siete copias de esta y una de aquella ¿Tenés candados con combinación?"  
Le digo que lo espero en la puerta del edificio. Espero una media ahora y aparece, excusándose por la tardanza debido a la cantidad de gente, dividiendo las aguas, empapado de sudor, mi salvador.
El encargado nos mira y nos abre la puerta de entrada. En el ascensor le cuento con detalles lo sucedido.
Ya en el lugar saca dos destornilladores y ¡Paf!. El aleluya, el canto de los ángeles y el trino de los pájaros.
La gracia espiritual me salió sesenta pesos, nada mal por cierto.
Me aferro a las llaves y una vez que el hombre se retira, me siento en mi silla y lloro despacito, por el alivio, por la tortura que duró dos horas y media. Siempre lloro. Retomo el laburo trunco y me vuelvo a casa a eso de las ocho y media.

Llaves:10 pesos por unidad.
Trabajo de cerrajería:60 pesos
La pelotudez humana: no tiene precio.




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