lunes, 8 de noviembre de 2010

Y comieron perdices... y estaban vencidas.

por Delicatessen


Hablando de miedos, finalmente el miedo máximo se apoderó de mi, le hice frente a la fuerza y muy a pesar de mis frágiles condiciones físicas, lo vencí (por ahora).
Este miedo tuvo más que respercusiones mentales. Y como dicen que nombrar tu miedo es la primera parte del proceso, lo voy a hacer para ser más clara: baja presión-taquicardia-ataque de pánico.


Una vez que llegué al cuarto más alto de la torre más alta de un edificio de Congreso,trás subir lo que pareció ser una interminable escalera de caracol, quedé encerrada allí, cual princesa de cuentos. Presa del encierro, de la torre, y de los dragones en los que se convirtieron mis miedos. Me senté, y sentí que el cuerpo se me rellenaba con plomo en aquellos lugares donde antes, tenía músculos y huesos. Sentía que un imán me conducía hacia el suelo, hacia el mismísimo centro de la tierra, y yo no podía hacer más nada que quedarme tiesa. Los colores de pronto se volvieron amarillo. El suelo amarillo, el vestido con flores de la señora era amarillo, las sillas amarillas, mis manos amarillas...
A respirar al patio... cuando me movía, el cuerpo revivía. Pero el corazón pugnaba por escapárseme del pecho, por entre las costillas de plomo. Mi cuerpo no me pertenecía, y el aire me faltaba. Tuve miedo, miedo de dejarme ir, miedo de morir, miedo de todo. Miedo de permitir que mi cuerpo dejara de exhalar, de dejarme tentar por el magnetismo de la tierra. Lloré como una nena, a lágrimas y moco tendido. Nadie entendía, pero el malestar era interno y ninguno estaba adentro de mi torrente sanguíneo en ese momento. Sentía que el cuerpo me temblaba, pero era consciente de que estaba muy rígida. Me costaba conectar ideas. La angustia me oprimía el pecho. Y el pánico sobrevino de vuelta. El corazón me latía muy fuerte...

Y así, sentada en una silla, en la habitación más alta de la torre más alta, presa de la taquicardia y el miedo, de pronto vi llegar a mi príncipe rescatador: un paramédico de no más de unos 28 años, bucles rubios, ojos azules, labios carnosos y cachetes sonrosados. Tenía un ambo de color violeta (mi color preferido). Me tomó la mano, y el pulso. Me preguntó mis síntomas, me dijo su diagnóstico y cómo se trataba. Me tranquilicé un poco. Se puso en cuclillas a mi lado, y recuerdo sentirme mareada, confundida, con pesar en el cuerpo, taquicardia y dificultad respiratoria, pero aún así, me acerqué en un movimiento imperceptible hacia él, para premiarlo con un beso de amor verdadero...

Pero para arruinar la historia de esta princesa moderna, su padre, el rey guardabosques, dijo que mejor llevaba a la princesa hacia el centro de salud más cercano de la obra social (porque además, el rey era peronista) y que no hacía falta ningún SAME.

De pronto, me encontré en el hall de entrada, ya efectuado el rescate, respirando con dificultad. La magia se desvaneció en un instante: el noble córcel de estrepitosa sirena y el príncipe desaparecieron, y a mi lado apareció un señor canoso de amable sonrisa pero ninguna sangre real. Y en lugar del noble córcel, la princesa fue trasladada en un muy porteño taxi que podría pasar por calabaza.

Moraleja: uno no puede negar nunca su esencia. Aún ante las situaciones más críticas, sigo siendo la más puta...



De yapa:

Eiti Leda

http://www.youtube.com/watch?v=H35_hpatS7o


(mírenlo ustedes que el blog putito muy putito no me deja subirlo)


Y que me de la inyección a tiempo, antes que se me pudra el corazón...

3 comentarios:

  1. Es raro. Comienza dramatizando la cotidianidad de la euforia que nos caracteriza, pero siento luego un quiebre que no me permite seguir construyendo una textura a través de los ojos del autor.

    En otras palabras: El relato me induce a la incertidumbre que luego deviene en el abrupto deseo de querer modificar el desenlace

    Excelente!

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