sábado, 26 de marzo de 2011

Un sueño postmoderno

por Delicatessen


Siempre me fascinó el maravilloso submundo interior de los sueños, todo lo que uno quiere decirse a sí mismo, construido en una sucesión de imágenes y texturas y colores violentos.

El sueño era el del cuento de un hombre llamado Isaac, que a su vez leía un relato bíblico acerca del tributo que debían rendir los esclavos judíos al faraón durante los meses que durase la época estival. El tributo constaba de un porcentaje de la cosecha de maíz (si, leyeron bien, cosecha de maíz) que los esclavos sembraban en sus parcelas. De esta manera, el maíz se almacenaba en bodegas, y durante el invierno, constituían la base de la dieta del faraón y su familia real.
Isaac esa noche soñó que él mismo se transfiguraba en el faraón, y que al recibir el tributo alimenticio de sus súbditos, éste se convertía en polvo. En la segunda parte del sueño, unos cuervos le comían la mitad de la cara. Acto seguido, soñó con su abuela muerta desde hacía ya bastante tiempo. Como Isaac no sabía el significado de sus sueños anteriores, se lo preguntó a su abuela, y ésta le dijo "el maíz se convirtió en polvo, porque el tiempo de los hombres se detuvo. Y éste ya no es un sueño, querido. Estás muerto".

Yo relataba este cuento a un hombre cercano a los 30, sumamente atractivo, el cual estaba sentado en una piedra, y me miraba con detenimiento. Finalmente, le preguntaba: "¿y cómo sabemos que el de Isaac no era un sueño? ¿y cómo sé que esto mismo no es un sueño?", a lo cual, el respondía con una hermosa sonrisa perlada: "a mi ni me preguntes, yo solo soy la Autorreferencialidad".

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